Tuesday, October 27, 2020

Los tres cuentos que presenté al Concurso René del Risco Bermudez

 

La arribada macabra



Bajaron a la playa que estaba a pocos segundos de la puerta de la vivienda vacacional.  Michel llenó sus pulmones de aire. Andaba descalzo porque adoraba sentir la arena entre sus dedos. Pierde la noción del tiempo por una ínfima brevedad. Contempló el sol, los mil matices del océano, su horizonte y las gaviotas que sobrevolaban. Andaba con Gustavo, quien de inmediato se tensó porque no divisó sillas plegables. Empezó a usar el celular compulsivamente. Le dice a su amigo que deben acomodarse. Este divisa dos asientos rápidamente. El otro suelta su teléfono y le dice que deberían buscarlos.



 Michel, que no gustaba de que le diesen órdenes, de inmediato da otra: 

-“Busca ese, que yo buscaré el otro”, dice y apunta hacia las sillas con el dedo. 



De manera intuitiva las acomodan. El nota que el otro ha puesto el suyo directamente bajo el sol y se lo hace saber. Le da la razón y sonríe. Terminan de acomodarse. 



Uno de ellos descorcha la botella que traía. Llena su vaso hasta la mitad. El otro lo mira para ver si le iba a servir el del o si iba a tener que hacerlo. Quien hacía las veces de bartender adopta un ligeramente calculador, pensativo y sereno rostro. Toma otro vaso y lo llena más que el anterior. Se muestra satisfecho, mientras embroma al otro negociando quien debería tomar cual cáliz. 



    El místico sugiere irse para el mar. 



-”Dale tu a’lante, que yo voy ahora”, le contestan con resignación. 



Se quita su camisa y sale, vaso en mano, hacia el agua. 



Una vez dentro, le siguen sus pasos. Antes de partir hacia su encuentro, enciende un cigarrillo mientras tira el celular con indelicadeza el que suspiraba y apretaba las manos en señal de estrés. 



Lo abordó cuando estaba más relajado y se cansó de teorizar sobre la dominicanidad mientras veía una palmita.

 

-“Oye, el otro día iba camino a ver a un pastor. ¡No vas a creer lo que sucedió!”. 



-”¿¡Y qué hacías tú, Michel William, camino a ver a n pastor!?”, espeta con algo de indignación. 



-“Bueno, primeramente, tu sabes que yo tengo mis inquietudes en cuanto a Dios, en quien creo”, dijo con molestia.



-“Es cierto”, admite



-“Además, sucede y da el caso que charlando de teología con una amiga, me pidió que me reuniera con un pastor”, continuó



- “ Si supieras que no quería ni ir, pero fui para ver si se me pegaba algo bueno”, se justificó. 



-“Ah, ok”, le contestan mientras se asoma la tranquilidad



    -“Y sucede que camino a la Iglesia, veo una casa que me llama la atención”, sigue contando.



-“Tenía afuera un logo. Era una pirámide egipcia con una serpiente y una espada atravesándola”, dijo sorprendido. 



-“Le di algo de mente”, prosigue al mismo tiempo que gesticula con los brazos y la boca evidenciando sus raíces campesinas.



-“Pero solo apunté el título, para buscarlo en internet”, finaliza. 



-“¿Y como se llamaba?”, le inquieren. 



-“La esfera de la iluminación solar”, responde a la espera de comentarios cortantes. 



- “¿Y que paso después?”, investiga el otro con sincera curiosidad. 



-“Bueno, me reúno con el pastor. Todo bien. Oramos y charlamos. Me pareció un foco fundamentalista”, dice. 



-“¿Y que paso con el sitio?”, le preguntan como quien quiere y no quiere la respuesta. 



-“Mi hermano, ya tu sabes….”, respondió bajando la voz. 



-“Cuando llegué y toqué, pasé a un salón amplio”, contó. 



Sentía el miedo de Gustavo helándole los huesos antes de proseguir. 



-“En el centro, había una mesa con un mantel y fotografías”, reveló. 



-“Me recibe la propietaria, quien se introduce como una elegida de los seres de la luz”, dijo con calma. 



-“Conversamos casi una hora, su espiritualidad era muy distinta a la mía”, observó



-“¿Ahora, sabes cuándo fue que me cagué?”



-“No, dime” dijo el ruso con firmeza. 



-“Yo me cague, fue….”, pausó unos segundos 



-“Cuando me enseñó fotos reales de las naves espaciales de los extraterrestres”, 



-“¡Coñazo, Michel William! -exclama Gustavo



Salieron del mar a secarse. Sienten los efectos del alcohol y se dirigieron a la propiedad. 



“Yo me voy a servir otro trago y a poner ropa seca”, dijo y pensó que ser amigo de un ser tan especial es difícil. 



-“¡Ahí ‘ta tu di’poniendo lo plane’ otra’ ve’”, le contesta el que es dizque espiritual mientras agita los brazos. 



-“No, tu haces lo que tu quieras”, le replican con argucia. 



-“Ah, eso si e’ verda’, y siempre lo será”, dijo al mismo tiempo que bajaba su subida de temperamento.



-“Váyase a bañar y deje de ‘ta hablando tanto’ di’parate’” dice entonces Gustavo, con entonación severa y autoritaria. 



-“Ah, ‘ta bien, papi. Lo que usted diga” contestó con picardía. Procede a desnudarse ahí mismo. Camina con su ropa cargada en las manos. Deja entrever sus genitales ligeramente. 



-“Coño, Michel William”, dice el otro con su acostumbrada gesticulación de brazos.



“La’ cosa’ tuya’ no ’tan e’crita”, se lamenta. 



Michel contempla bromear sobre orinar en sus pertenencias, pero se guarda las ganas sonriendo levemente. 



Ya bañado, regresa a la sala. Escucha el ruido de la ducha de la otra habitación. Se sienta en el sofá y revisa el periódico mientras espera. Se juntan en el diván una vez listos los dos. El recién bañado inquiere dónde es la fiesta esa noche. A cambio recibe risas y una notificación de que es noche de trabajo. 



-“Ah, pué’ no’ quedamo’ tranca’o”, responde con desidia.



-“¿Sabes? No te conté la parte para cagarse de verdad”



La incomodidad inundó la sala.



-“¿¡Y qué más puede faltar, Michel William?”, suplica.



-“La profetisa...ella me comentó que los seres de la luz a veces deciden visitarte poniendo bolitas blancas en tus fotografías. 



-“Y a ti te apareció una”, dijo a la vez que aclaraba y preguntaba. 



-“¡Vámonos a la fiesta! Que la vida es corta y quiero ver si encuentro a alguien con quien zingar”, dijo festejando, revelando la respuesta con una sonrisa.



    - “¿Con un hombre o con una mujer?, le indaga tendenciosamente.



    - “Al estilo romano”, dice ganándose su aprobación. 



FIN. 



El siquiatra dijo que se llamaba Síndrome de Kundalini



Sebastián se pasaba sus días leyendo sobre temas espirituales. Hace tres años, a finales de su adolescencia, había renegado de la religión organizada. No obstante eso, con la frecuencia y regularidad que el sol se asoma por la ventana, seguía leyendo artículos que alimentan al espíritu. 



Disfrutaba de la libertad que le daba renegar de las reglas del cristianismo fundamentalista. Con la inocencia de un recién nacido, devoraba escritos sobre la interpretación de sueños. También, sobre la influencia de los astros en el comportamiento humano. 



Un día, decide emigrar. Meses después, el valiente que tenía colgado un letrero con un “Sebas” escrito en mayúsculas en su pared, decide someterse a una psicoterapia asistida por una sustancia psicodélica. Quería mensajes del inconsciente colectivo. 



La experiencia solo le indujo, inicialmente, mucha euforia. Meditó en los picos de su intoxicación sobre cómo le lavan el cerebro los medios que ama. También, sobre cómo las voces de sus padres le influyen. Fue golpeante la sensación de que esa no era la primera vez que empleaba lo que usaban los árabes que veían alfombras voladoras. Su terapeuta le dijo que era la primera vez que hacía eso, a juzgar por lo que él dijo.



-“Me refería a mis vidas pasadas”, clarificó el psiconauta



Se llamaba a sí mismo ateo todavía. Amamantaba con cariño su contradicción: la pasión por las tendencias filosóficas de la Nueva Era y las credenciales que presentaba como ateo. Un día, se enamora.



Fue un amorío correspondido con algo de intensidad . Le despierta algo. Una pasión por la magia que tenía como un tiro en una pistola sobada y sin seguro.



 Fue en medio de la impotencia por el querer ser amado y no serlo. Decide hacerle brujería a su nuevo amigo. Insistía era su pareja. Sus amistades cercanas le decían, dejando entrever sorpresa y satisfacción, que no era el mismo. Con  convicción arte para donde un vidente. 



El iniciado le interpreta su carta natal. Nuestro protagonista solo quería saber que decían los naipes sobre esta relación. Se había enterado, para dar lugar a una decepción, que el objeto de su anhelo pensaba volver con su expareja. La impotencia le obligó a recurrir hacia el más allá. Le dirigía la fortaleza que despertó ese querer algo y estar a punto de perderlo antes de obtenerlo. 



Lloró un mar de lagrimas. El ocultista le pasa con mecanicidad su caja de pañuelos de papel. Sonríe nuestro aprendiz de brujo al ver lo preparado que estaba. Hasta le pareció algo comercial. Se marchó sabiendo que tal vez no lo lograría, pero que tal vez si. Le asqueaba pensar que su objeto de deseo solo sería una amistad. 



Sucede que había un aprendiz con más experiencia en el vecindario próximo al barrio bohemio en el que residía. Le invita a una noche donde harían mucha brujería. El mago acepta su invitación.



Llegó el hombre joven y percibió el enamorado algo en la persona del invitado que le hizo decir para sus adentros que este hombre era de verdad. La precaución se hizo presente. Intercambian impresiones y conocimiento. El que estaba a punto de emprender un sortilegio para el amor le da su voto de confianza.. Fue cuando este ser tan especial expresa verbalmente su respeto hacia el ocultista favorita del que ya no se atrevía a decir que era ateo.



Estaba deseoso de aprender. Comentó sobre cómo la magia negra no es necesariamente algo malo. El ligeramente afeminado invitado sonríe diciendo que se puede usar para hacer daño.  Pasaron unos segundo. Empiezan a hacer una lluvia de ideas sobre qué pueden hacer en esa velada. Optan por invocar una deidad fenicia-cananea, cortar los cables que unen al ser deseado con su antiguo compañero y efectuar el arte adivinatoria mediante el método llamado I-Ching. 



Sebas se mostró muy entusiasta con la invocación. Después, menosprecio con descuido el rompimiento de lazos. Por ultimo, desconfío en parte de la obtención de conocimiento sobre el futuro lanzando monedas. 



Emplean plantas sagradas obtenidas de lugares no tan sacros para inducir un trance. Se consideraban drogas ilegales. Fueron exitosos. La diosa disfruto, según dijo el vaso, del encuentro con los dos jóvenes.



 Le comparte el mago más experimentado al precoz hombre que esa deidad lo ama desde chiquito. También le dio consejos para el trabajo cuyo motivo era cuajar ese romance. Apuntó lo que debía hacer.



     El estado alterado de conciencia de ambos se hizo más intenso. La silueta de su acompañante empezó a desfigurarse. El tiempo se hizo mas lento. Los sucesos evocaron memorias de su primera consulta espiritual.



Hicieron brujería intensa con la persona de otro sujeto. Si este sospechó algo, lo calló. Luego tiraron los cheles canadienses y el oráculo reveló un panorama más positivo que negativo. El sincero buscador del bien común que empezaba sus empresas místicas le indago a su casi vecino si tendría éxito. Estaba triste y desesperado por el éxito de esa relación. 



Terminó la ceremonia. Mientras recordaba como le enseñaron a enfocar su mirada en la llama de la vela mientras cerraba los ojos casi en su totalidad para comunicarse con el mundo de los espíritus, le llegaban recuerdos impactantes de la intensidad de lo recién vivido. Recordó que su celular estaba en su abrigo, colgado en la puerta. Por primera vez en semanas, no le obsesionó revisar su teléfono a ver si su interés amoroso le había mandado un mensaje. 



Tenía dieciséis llamadas perdidas y nueve mensajes de texto. Eran de su amante. Le gusto ser el perseguido en vez del perseguidor. Se lo comenta al experimentado espiritista. Este sonríe. No se sorprendió. Dijo era evidencia de que lo que habían hecho había sido exitoso. Fueron a dormir juntos. El bisoño taumaturgo le dice al perito, por una mirada que el este último lanzo, que prefería no tener sexo. Mintió diciéndole que le consideraba portador de gran belleza, y se sinceró compartiendo que no quería dispersar su energía porque estaba enfocado en formalizar con quien esperaba fuese su media naranja. 



Al final lo dejaron esos dos. No pudieron ponerse de acuerdo. Aun se aman. Fantasean el uno con el otro. Le dijeron que es porque el conjugó todas las energías del universo que estuviesen a su alcance cuando hizo el procedimiento mágico. Tanto fue así, que un macho que él tenía tiempo persiguiendo había decidido entregarse a la pasión con el una semana después de haber conocido al que le mandó todos esos mensajes la noche de la comunicación etérea. Fue rechazado. Eso sí, la entidad reveló que este tenía fantasías sexuales con quien nunca reveló por completo su repertorio de seducción. 



Semanas después, retorna a su hogar de infancia por unos días. El rompimiento le había provocado un dolor físico en el pecho. Desapareció con el paso del tiempo esa incomodidad. Interpretó que que el universo quería que aprendiera sobre los chakras. 



Leyó este apadrinado por el destino un artículo sobre los síntomas del despertar espiritual. Consumió el escrito que versaba que estos signos consisten en más preocupación por el otro, mucho deseos de hacer las cosas bien, mayor empatía con los animales, energías etéricas recorriendo el cuerpo y conocimiento certero sin origen en la lógica. 



Un día, siente esto último. Sin recordar haber leído un término, siente la necesidad de buscarlo en el internet. Kundalini era. Ve que es un término empleado en la psiquiatría moderna para describir un síndrome que consiste en la ocurrencia de fenómenos escalofriantes. Se informa de que es una energía que habita en nuestro cuerpo. Vió lejana su relevancia. Más la simple pronunciación de ese término le pareció poderoso.



    Con esa persona que amó en una obsesión fuera del cuadro, contacta con una asamblea de brujas. Era en tiempos del Samhain. Fiesteó y se trabajó durante la celebración. Le leyó a todo el mundo su fortuna con su propia baraja cuando esta terminó. Los directivos del grupo le echaron el ojo. Sintieron impresión con sus habilidades. Le invitaron a una posición de liderazgo. Conoce una bruja rubia que le intimidó por su belleza. Esta pensó que el era su superior en virtud de su sangre aristocrática y que era un sicofante. 



    Pasó un tiempo. No fue mucho. Anuncia la asamblea que tendrían un taller sobre evocaciones. Decide ir caminando. 



    Circulaba las aceras. Rebozaba de alegría. Era un gran día. La temperatura estaba perfecta. Escuchaba música con sus audífonos. Entonces se le nubla la mirada. 



Tiene una visión de algo que parecía una nube verde azulada con vida. La identifica como un dragón de manera intuitiva. En cuestión de segundos, siente con intensidad calor y presión su zona pélvica. Era como si algo estaba atrapado ahí y quería ser liberado. Tiene la sensación de que algo se rompe, y una energía serpentina sale de ahí. Le sube y baja el cuerpo, por dentro, tres veces.



- “¡Wow!”, pensó con asombro.

- “Se me ha despertado mi kundalini”, se dice a si mismo con impresión y contentura. 

-“Yo pensé que e’to era de’pué’ de muchos años en e’ta vaina”, siente ganas de decir en voz alta. 



Se ríe, mientras le cruza por su cabeza el prospecto de que el tratamiento con el enteógeno de hace más de un año fungió de atajo. Llegó a su destino. 



-”Se acaba de despertar mi kundalini”, comenta prescindiendo de la formalidad. 



    El tema no pareció interesar. Nadie desaprobó. Sintió una diferencia. Se siente poseedor de más paciencia. Consideró que salió de su casa un niño y, veinte minutos después, arribó al compartir un adulto joven. Esa noche, descansó en su cama con una sonrisa. Imprimió algunas representaciones antiguas de faraones para analizarlas. Lo que más lejos tenía era que al que mucho se le dio, mucho se le va a pedir. 



FIN 



La Justificación

 

          Juan tenía un primo llamado Joel. Eran inseparables. Una noche, dejó a su pariente en su residencial. El carro era suyo, mas era no era el quien más lo conducía porque su manejo era victima de criticas agresivas y dominantes. Solo finalizada su noche de sibaritismo, el depuesto conductor reclamaba el volante para dirigirse hacia su cercana casa. 

 

            Una vez en su morada, Juan paseaba a sus perros. Había leído consejos de un criador que era todo una celebridad. Practicaba su dominio sobre el mundo natural permitiendo que sus animales caminaran a su lado, sin correa, por toda la calle.

 

Los resultados eran buenos. El perro que conocía desde pequeño se convertía junto a el en una sola mente. Ejercía un poder psíquico sobre la bestia. El otro era recién llegado. La habían repajilado de su casa. Paraba de sitio en sitio. Había tenido problemas con ella, mas no era indiferente a las destrezas que el alfa de su manada quería desarrollarle. 

 

Caminaba recordando que habían dos expresidentes con esa costumbre del paseo nocturno. Disfrutaba del fresco y olvidaba sus penurias. La noche estaba tan agradable que durmió sin aire acondicionado. 

 

Lee noticias con un computador antes de acostarse. Se percata de la controversia por la implementación de la educación sexual científica. Los detractores decían de todo: que esparcía ideas peligrosas, que promovía la promiscuidad, que incentivaba a la homosexualidad y que no era propio de nuestra cultura. Los mas radicales vociferaban que era diabólico.



El aprendiz domador de bestias lo apoyó. Admiraba como en las socialdemocracias nórdicas a los niños desde pequeños se les enseña que ser gay es normal y como ponerse un condón. Se lamentó por el atraso de su sociedad y publicó en las redes sociales algo alusivo al respecto.



Se radicalizó. Promovió con comentarios aireados que el estado dominicano implemente un silabo idéntico al sueco. Tras una rápida búsqueda en una tienda virtual, encontró un libro sobre el tema. Leyó en las evaluaciones que impresionó a algunos por presentar ideas “ultraliberales”. Era un libro recomendado para mayores de once años. Quienes lo denostaban decían que no se lo darían ni a un hijo de diecisiete.

 

Juan siente deseos de adquirirlo para empaparse de que le presentan los “países desarrollados” a su población. Entendió que era eso había que enseñarle a los de primaria a pesar de que resultase chocante.  Se propuso conseguirlo a pesar de que no ganaba dinero. 

 

Al otro día, se despierta como nuevo sin la alarma. Se toma un café sin azúcar. De inmediato enciende su vehículo y pasa a recoger al secuestrador de su automóvil. De manera automática, se levanta y le cede el asiento del conductor. Se repite, como siempre lo hacía, que su primo era mejor conductor que el. 

 

-“Qué opinas del programa de educación sexual científica?”, le preguntan



A Juan se le ocurren mil cosas que quiere decir pero se limita a, medio compartiendo sinceramente y medio declarando su superioridad intelectual, responder con buen tono:



-“Si yo hasta voy a comprar un libro sobre eso” , responde con mil cosas en la cabeza aguantando su soberbia.

 

-“¿Qué libro?”, le indagan.

 

-“Un libro de texto de educación sexual para niños de 11 años de Estados Unidos”, responde

 

-“¿Y pa’ que tu va’ a compra’ esa vaina?”, le indagan alzando la voz con disgusto

 

Juan repara en su triste realidad y se le ocurren mil respuestas. Piensa irse a lo seguro. Contempla decirle que quiere ser profesor y que ellos tienen que saber de eso. Pero no le da la gana de justificar un apetito intelectual en base a cuánto provecho monetario puede sacarle. Piensa en otra cosa y se le ocurre decirle que por que es un político y estos deben saber de eso. Mas recuerda que su primo no respeta sus ambiciones y que le ha manifestado en ocasiones que nunca llegará a ser algo en la vida. Sin perder la esperanza, pues su pariente le ha manifestado de manera contradictoria admiración y fe, opta por emitir su comentario tragándose algunas opiniones mas. 

 

-“Porque me gusta saber”, se explica tranquilamente. 

 

            Su amor al conocimiento le causa algo de vergüenza y el tono inquisitorio de la pregunta inicial le ha dejado chivo, más ve respuesta le resultó satisfactoria. Se dirigen, entonces, hacia un establecimiento de comida rápida para almorzar. Una vez comidos, se dirigen hacia una casa con piscina. Se la pasan tomando tragos hasta casi las ocho de la noche. 

 

Se dirigen hacia la penúltima parada para  realizar el acostumbrado intercambio de asientos Antes de despedirse, planifican ir al rio a darse un chapuzón cuando amanezca. Ambos acceden.



 Sin mas, el recién llegado a su hogar le pide al ahora conductor un poco de algo que tenía en su mochila. Parten caminos y este se detiene antes  llegar a su casa en una popular cadena de pollo frito. Pide suficiente comida como para dos personas. Cena en su comedor antes de ir a dormir.

 

Cuando amanece sintió el exceso de grasa de anoche. Le había dado algo de gases que resultaban desagradables. Se toma un vaso de agua fría con el jugo de un limón persa. Llega y realiza la usual maniobra. Salen de la marquesina y empiezan a hablar de temas banales. Entonces, Juan expulsa el primer viento. 



  • “¡Que asco!”, le replica un indignado Joel. 

 

Siguen andando por la ciudad y viene la segunda flatulencia. Joel mueve la cabeza de lado a lado. Baja el cristal. Estaba tenso el ambiente. Es ahí que el siente en su interior una inmensa cantidad de gases . Procede a expulsarlos contrayendo su esfínter, realizando las pausas y repeticiones necesarias a fin de que la secuencia de pedos terminen produciendo una melodía.



  • “¡Mamaguebo! ¡¿Y tiene’ que tirá’elo’ con música?!”, espeta su victima

 

Juan de inmediato recuerda como los humanos anhelamos la armonía y que estamos cableados para perseguir la belleza. Pensó teorizar, pero temía sonar como un nerdo. 



  • “¡Pue’ para la yipeta y vamo’ a entra’no ahí mi’mo como do’ animale’ pa’ ve’ como e’ que tu quiere’ que yo me lo’ tire!”, dijo huyéndole a la erudición mientras hacía ademanes con los brazos. 

 

Joel se ríe y no dice mas nada. De repente, se escucha un ruido. ¡POFFF!

 

  • “¡¿Qué pasó?! ¡¿Acaba’te de jodé’ el vehiculo!?” pregunta algo asustado. 

 

  • “Se nos pincho una goma. Ni pa’ eso das tu. La vida no es nada más teoría” le espetan con desesperación y ceremoniosidad. 

                                                                                                                                       

Procede a parquear la nave a un lado de la calle. Pregunta si tienen un gato. Sin ser la primera vez que se encontraba en esa situación, lo busca y se lo pasa. Segundos mas tarde, se estaciona también un sujeto en una motocicleta.

 

Ambos sospechan pasa algo raro. El conductor sigue maniobrando para cambiar la goma. Ell tipo le hace mociones para que se acerquen. El dueto se acerca poco. 



  • “Yo soy un ladrón, entréguenme los celulares”, dice con voz aguda.



Tenia la cara tapada con una especia de tela. Se veía un bulto bajo su camiseta. Daba a entender que era una pistola. 



Al que hace poco andaba gozando de la vida y privando en macho, le pasan ideas por la cabeza . Que si bajo su camisa no había un arma y que si era su mano tomando la forma de una pistola. Sin quererse quedar a averiguar, desvía la mirada hacia su primo. Este actúa con rapidez



·       “¡¿Ah, si?!”, le dice con voz desafiante. 

·       “¡Policía!, ¡Policía!”, empieza a gritar con todos sus pulmones mientras corre dirigiendo su voz hacia los edificios vecinos. El antisocial da par de vueltas con su motocicleta. 

·       “¡¿Quiere’ que te mate, mamaguebaso?! ¿¡Quiere’ que te reviente!?”, le vocifera haciendo sonar sus neumáticos. 



El otro se dispara corriendo hacia la estación de gasolina de al lado. Llego a notar como el atracador emprende la huida tras resultar infructífero el atraco. 

 

Llega ahí una patrulla de la policía. Le preguntan que sucedió a los dos infelices. 



-“No’ trataron de atraca’ ”, dice el que empezó a vociferar



-  “¿Qué se hace? ¿Poner una querella en el destacamento, comando?”, pregunta el otro. 

 -“Difícil que a ese ladrón nosotro’ lo agarremo’”, dijo el oficial riendo con calidez y jocosidad. 



Les instruyen que tengan precaución y le preguntan que van a hacer ahora. 



-“Vamo’ al rio, todo tranquilo”, dicen al mismo tiempo. 



El que estaba cambiando la goma termina y reanudan la marcha.



  • “Picate alguito”, le pide a su co-piloto, quien diligentemente, saca el manual de la yipeta y coloca ahí el vegetal.



  • “¿Sabes? Por cosas como estas esta bien que usemos esta cosita...”, reflexiona con calma. 

 

-“¡Que idiota eres, Joel! ¿¡Que tiene que ver una cosa con la otra?!”, le replicó su primo.

 

-“Pues que esto no es un país. Que nada más nos queda buscárnosla para aguantar la realidad”, respondió con convicción

 

Su interlocutor asiente con la cabeza. Está intrigado y satisfecho con la respuesta

 

            Llegan y Juan realizó su acostumbrada rutina de meditar un poco. Después rebusca entre las piedras a fin de encontrar cuarzo, algo que abunda en la zona. Joel se desnuda con velocidad y discreción entre dos puertas abiertas del vehículo. Se pone su traje de baño con agilidad. Tras contemplar la naturaleza, el otro se mete con su bermuda de deporte que ya llevaba puesta. 

 

-“Cualquiera hace un skinny dipping”, le propone con picardía. 

  

-“¿Quién te detiene? Tu puedes hacer tu skinny dipping ahí mismito...” dice Joel con pureza. 



Pero a Juan le da, mas que vergüenza, miedo a que alguien lo vea y le arme un problema. Entonces, como de costumbre, se mete al agua vestido mientras desea silenciosamente poder estar en un sitio donde la ley y la tradición amparen al naturismo Empiezan a charlar. 

 

-“¿Tu te acuerda’ de la ve’ que se apareció un bruja y Dio’ no hablo por medio del cantar de los pájaros?”, preguntó el que un sociobiólogo diría es el beta del dueto. 



-“Si, lo recuerdo” dice conteniendo unas repentinas lagrimas . 



-“¿Tu senti’te algo ese día, verda’?”, inquiere con seriedad. 

 

-“¡Claro mamaguebaso!” le contestan con voz elevada. 

  

            Eran casi las seis cuando los dos primos se aproximan al polígono central de la capital. Quien era el líder, según Juan, dice que ahora se va para su casa para que los dos se cambien y salgan a las siete y media. 

 

-“¡¿Porqué no puedo quedarme así?”, replica indignado.

 

-“Porque vas para tu casa a ponerte como la gente”, le espetan



-“Yo quiero sentirme limpio mamaguebo también” continúa diciendo sin darle oportunidad al otro de que responda.



- “Mira, yo estoy bien así. Yo se que tu no ‘tas de acuerdo, pero yo vivo fuera y lo’ dominicano’ que vivimo’ fuera tenemo’ un permiso especial de andar en chores”, se justifica. 

 

“Ademá’, tu ya tiene’ un jean pue’to y no’ acabamo’ de baña’ en un rio”, sigue sin permitirle hablar. 

 

-“Si mamaguebo, pero no e’ lo mi’mo”, alegó Joel. 

 

-“¿¡Cómo que no!? ¿Y los campesinos que no tienen bañera? ¿No se bañan?”, le preguntó entonces

 

-“Quiero peinarme”, alega. 

 

-“Ta’ bien, vamo’ a cambia’no’ otra ve’, pero voy a salir en chores”, propone. Se percata de que han pasado frente a su casa sin detenerse.

 

-“¿Qué Pasó?”, inquiere



-“¡No! Tu querías ir directo desde el rio… ¡Pue’ vámo’ directo de’de el rio pa’ donde ta’ la gente”, le replican



-“Yo quería peinarme”, expone 

 

-“¿¡Quien te entiende a ti!?”, se resigna Joel. 

 

Se estacionan al frente de un local. Lucia abandonado. Dentro, hay un hombre vestido de militar bebiendo whiskey sin hielo en una copa de coñac. Joel hace su entrada gritando saludos. Juan le sigue tímidamente. Le presenta al militar indicando su rango antes de pronunciar su nombre. Le estrecha la mano. Toman asiento en una cómoda sala. 

 

En la conversación salió a relucir que esa mañana les intentaron atracar. Joel, con su acostumbrada proactividad, empieza a hablar del hecho y de la criminalidad en el país. A Juan no le cabe duda que acaba de hacer el ridículo, más el hombre uniformado se mostro intrigado. Entonces lo mira. Lo intimó amistosamente, con la cara, a compartir su versión de los hechos.



 Juan, nerviosamente, se limita a decir solo los hechos. Se siente un peso ligero, más sintió que al menos era un alguien en comparación con su primo. El uniformado, que también era el propietario del lugar, se mostró satisfecho. 

 

Entonces le dice a su compañero, con discreción vía mensajería instantánea, que estaba antojado de un pica pollo. Este rompe todo protocolo –pues el sitio era también un restaurant- y le pregunta al jefe si hay un sitio donde pueden ordenar pollo frito. 



-“Para este mañoso”, dice con desprecio, señalando a su pariente. . 



El oficial le hace una moción a una camarera



-”Un pica pollo, con delivery”, le instruye. 

 

Pasada la noche, vuelven a reencontrarse. Intercambian asientos .

 

-“¿Que vamo’ a hace’ hoy?”, indaga el recién apeado del sitio del chofer. 



-“Lo mismo que hacemos todos los días, cerebro”, escuchó.



-“Nada”, clarifica con desaliento. 



Joel rie infantilmente. Entonces llegan al sitio del atraco de ayer.  Juan pone cara de incomodidad.

 

-“Los atracos son como los rayos” le enseña.

 

-“Ósea, que nunca se repiten en un mismo sitio”, contesta siguiéndole el juego. 

 

-“Ajaaa…” dice Joel con una mueca. 

 

-“Ah, pue’ voy a mudarme en esa e’quina frente a la bomba”, dice riendo incrédulo. 

 

Joel decide pasar a recoger a una chica que conoció por una aplicación de citas. Juan pone cara de insatisfacción, pues no quería compañía femenina ese día. Le señala a su cita que el vehículo le pertenece, habiéndole pedido a Juan que por favor le siga el juego en su intento de seducir a la muchacha. 



Joel, que prefiere la compañía intima masculina, se siente dolido por la irrupción de la extraña en su espacio seguro en que había devenido esa amistad. Intentó socializar, sintiendo pena por la muchacha mientras quien era su compañero de vida para fines prácticos le mentía constantemente. Se sintió solo. Encendió un cigarrillo sintiendo la falta de la nicotina en su organismo. Reaccionó con una ira ligera y cortes cuando Joel interrumpió su fumada con una pregunta sin importancia.

 

-”Hay que deja’lo solo cuando ‘ta fumando”, le explica con una sonrisa a la muchacha. 

 

La mujer sonríe. Luce desconcertada, mas se siente cómoda allí. Joel la deja en su casa tras, aproximadamente, media hora. 



“¿Porqué se acabó la cita tan rápido?”, Juan investiga en cuanto la fémina sale del vehículo

 

 “Porque tu te porta’te como un indecente”, le replican 

 



“Es que te quería solo para mi”, dice Juan  en tono infantil y le agarra un poco de la grasa que forma un seno masculino en su pecho.

 

Joel sonríe. Suelta un ruido que dice mucho con su tono. Ríe incrédulamente. Después pone cara de satisfacción e inconformidad. 

  

FIN