Monday, October 21, 2019

Primum vivere deinde philosophare

¿Quieren saber que relación guardan mi primera experiencia de trekking y esta antiquísima máxima? De ser así, les haré una historia: 

            Desde un tiempo para acá, he tenido un significativo reacercamiento a lo que es el medio ambiente. Cuando pequeño, me dolía mucho ver como se estaban secando los ríos que encontramos en la carretera que llevaba de Santo Domingo a Cambita Garabito. Me despedazaba por dentro ver como se secaba de viaje en viaje, sin descontar que me tranquilizaba cuando lo veía con mas agua (claro, esto no es un indicador absoluto de la salud del rio). Leía mucho sobre reciclaje, era fan “#1A” de la serie Capitán Planeta. 

Era, pues, fijo en la lectura sobre temas ecológicos, de contaminación y de animales en peligro de extinción. Tanta era mi preocupación que, en el año 2001, si mal no recuerdo, le envié una carta por iniciativa propia al presidente de aquel entonces: Ing. Agrónomo Don Hipólito Mejía. La gota que rebozo el vaso fue el haber leído un especial en el periódico infantil donde hablaban de la tierra y sus problemas. Recuerdo que tenia una imagen de la tierra antropomorfisada con un termómetro en la boca. 

Era un niño ecológico. Había otros intereses, algunos vinieron después: los acertijos, la magia escénica, los perros, la Biblia y la religión, lo paranormal, las cuevas, la antropología, la numismática, entre otras cosas. Creo, no obstante, que el tema ecológico pudo haber sido mi primer amor. Ya después, me fui adentrando hacia los males occidentales de la adultez, tal cual un personaje del Principitode Saint-Exupery. Ahora, mis intereses eran la seguridad informática, la optimización de mi maquina, ser cool(si, estoy consciente suenan mutuamente excluyentes), los chicos y las chicas. 

No obstante eso, ya en la Universidad, me reinspiraron mucho los temas de corte ecológico. Recuerdo una vez, en el despacho del papa de un hermano, leo en el periódico que el papa Benedicto XVI criticaba la ecología profunda, al mismo tiempo que llamaba a la sensatez con respecto a la ecología. 

Ahora, sucede que yo era muy rosca izquierda en esos tiempos.  Aun lo soy, entiendo que para el bien. Como nos exhorta el papa Francisco: ¡soy joven y no temo hacer un lio bien hecho! Pero bueno, en ese entonces, era otro tipo de rosca izquierdismo. La filosofía hindú, cuando trata los gunas y los aplica al ser maestro y alumno, nos alumbran sobre eso. 

¿Que hice yo entonces? Devorar algunos artículos de Internet sobre ecología profundo. Después de eso, me deje influir por el misticismo natural (el cual desde ese entonces siempre me ha gustado). Compre un libro de Lovelock sobre la hipótesis Gaia, leía mucho sobre los males que la industrialización capitalista le había causado a la humanidad. Un tema muy verdugo… Que si la invención de la bombilla nos estropeo el ritmo circadiano, que si el TDAH es un gen que surgió para hacer a algunos miembros de la tribu mejores cazadores y ahora quieren suprimir ese don, que si el zapato ocasiona problemas, que si el advenimiento de la agricultura moderna nos arruino la salud, que hemos perdido lo bueno que teníamos cuando éramos tribu… ¡un sin numero de temas, muchos validos o parcialmente validos! Y bueno, solía en ese entonces dar largas caminatas, de día y de noche, en una inmenso montaña localizada en el centro de Montreal. Mis amigos neopaganos decían que la montaña era mágica: señalaban un pedacito de madera que encontré, con la efigie de un cocodrilo tal cual si hubiese sido tallado, como evidencia… 

Y bueno, puedo abundar mas, pero adelantemos los acontecimientos. Hoy día, año 2019. Vivo en una ciudad con pobre planeamiento urbano, llena de humo y tapones, con mucha gente que el sistema actual tiene frenética y neurótica. Se me fue acumulando el estrés. Considero que hago muchas cosas y, a veces, quedarse en casa comiendo chatarra y viendo Netflix en los momentos de descanso solo empeora el asunto. 

Armo un viaje a Valle de Dios con algunas amistades para darme un chapuzón en ese oasis de paz. Pero tuve problemas organizando el viaje, y mi madre me sugiere que me una a un club de campismo/senderismo/trekking/alpinismo que ella había encontrado. No lo dude ni por un Segundo por considerar esta actividad, que es mas que un deporte, de esas experiencias que hay que vivir en la vida. Pensé que seria un gran preámbulo para un retiro de silencio que tengo en Monte Sacro, Barahona próximamente. Sucede, no obstante, que ¡muchacho, cuanto malpasé!. 

Siempre subestimo el esfuerzo que una subida de loma puede tener. Cuando pesaba 170lbs, esa montaña a la que me refiero anteriormente se me convirtió en un juego de niños. Una montaña que a cualquiera le sacaría el aliento. Pero ahora, “rumbo hacia el fitness” como me gusta decir, son otros RD$500. 

Me empecé a preocupar, literalmente me cambio la cara, cuando el organizador del tour y yo decidimos ver que íbamos a hacer con mi mochila y la funda que lleve con mi almohada, sleeping bag, toalla, y otras cositas. Me explica que mi casa de campaña y mi sleeping bag, que debía portar en el lomo durante toda la subida de 10km desde El Arroyaso hasta la reserva natural “Ébano Verde”, eran los diseñados para car camping.Que para backpackingse usaban otros equipos. Además, al percatarse de la imposibilidad de hacer que mi toalla y mi almohada quepan en la mochila, ya con sobrepeso, me dice que mejor deje eso en la caseta de los guardaparques. Le pregunto si es lo mejor y un grupo de personas del grupo, ya mas experimentadas, responden al unísono con un si. Proceden a ayudarnos a acotejar todo. Les confieso que cuando me puse la mochila y di mis primero pasos me arrepentí de inmediato de haberme suscrito a esa experiencia. Claro, entendí que era un desafío. Jamás me hubiese devuelto, pero les confieso que a partir de ese instante mi mente se convirtió en un campo de batalla. 

Unido a mi vía crucis se encontraba el hecho de que en la excursión emplearíamos un app para celulares con un mapa de la ruta que te localizaba dentro de la misma en tiempo y yo había olvidado mi batería externa. Mi celular estaba moribundo porque me la pase oyendo música de camino para allá. Me memorice la instrucción después de varias explicaciones. Algo sobre una casita que veríamos y que debíamos doblar a la derecha. Bueno, me fui confiando en lo mejor. Unido al gran sobrepeso de mi mochila, lo incomoda que me quedaba, y al miedo, me fui asustado pero determinado.

Inicio la subida. Quince minutos después, ya no creía en mi mismo. Pensaba que no iba a lograrlo. Respiraba con dificultad. Me empecé a parar a descansar con mucha frecuencia. El primer tercio del tramo fue un autentico purgatorio. Y hoy, con la experiencia finalizada, digo purgatorio. Cuando la viví, no podía ni pensar que era. Me atraía el senderismo porque podía observar el paisaje, gozar con las personas con quienes la realizaba, para descansar y desconectarme, para conciliar un reconciliador sueño bajo las estrellas…¡esto no fue para lo que suscribí!. En una, en medio de esa tortuosa experiencia, me dice un compañero mas experimentado que tal vez seria hora de merendar. Me desplome al piso y abrí uno de mis chocolates. El azúcar hizo efecto y fue capaz de llegar hasta el primer descanso oficial. Ya lo peor había pasado. 

Tras un merecido descanso, en el cual me desplome al suelo sin siquiera molestarme por colocar una colchoneta debajo mío como hicieron los demás, le digo al líder del grupo que reiniciaría marcha antes que ellos como seguramente me detendría mas a menudo. Tras su anuencia y degustar un delicioso taco que un integrante del grupo preparo en medio de la nada con equipo de cocina para acampar, reinicie. 

Disfrute mucho el segundo tercio del tramo. Si, la mochila pesaba un mundo. Pero el tramo era liso y precioso. Todas las montañas a la vista bien forestadas. Habían arboles frutales, algunos con guayabas que podías comer. Una antigua compañera de estudios que no había reconocido tuvo la iniciativa de acercárseme y charlamos un poco. Era tan ligera la marcha en ese tramo que hasta me fije que habían matas de maíz y filosofe un poco sobre como habrán llegado ahí, en vista de que la zona era casi virgen y el maíz no es endémico. 

Muy cansado, pero con el espíritu recompuesto, llegue por fin a la casa de los campesinos que se nos había explicado marcaba la proximidad de la entrada a la reserve de ébano verde. Aproveche y me hice un selfie. Entramos a la reserve y solo faltaba un kilometro para llegar. Les prometo que hice un gran esfuerzo por no desplomarme. Es interesante el dolor que se me fue desarrollando en las piernas. Mis recientes clases de fisicoculturismo me ayudaron a identificar donde me dolía. Me da hasta risa como fue subiendo progresivamente la hinchazón. Primero los pies, después las pantorrillas, después el cuádriceps y para cerrar con broche de oro, el glúteo al otro día. 

Llegamos y de inmediato me doy un baño en el rio de Ébano Verde, siendo ya casi de noche. Después de eso, arme mi casa de campaña con ayuda del líder del grupo y me prepare los hot dogs vegetarianos que había llevado para cenar ese día. Fue agradable tener una cena Buena tras esa odisea. Encendieron el fuego, le comente a quien nos dirigía que me parecía importante ese detalle. Mientras los demás socializaban, caí desfallecido en mi cama, o saco de dormir.

Decidí iniciar el día ya con el sol en buenas, algunos se habían levantado en la penumbra de eso que calculo tenían que ser las seis y pico. Opte por dormitar unos segundos mas. Desde la noche anterior, veía con renuencia y rechazo de manera intermitente (con cada vez mas frecuencia) el necesario descenso. Hubiese agradecido un día entero en Ébano Verde para recomponerme. Pero bueno, me dije lo que me había dicho antes: si los marines de EEUU pueden hacer su caminata de 3 días con pesadísimas mochilas y trajes especiales yo, a pesar de ser mas Viejo que la mayoría y exfumador, también puedo. Pensé mucho en mis ancestros, en cuanto habrían malpasado. Entendí que yo podía. Guarde mi casa de campaña y desayune. Reinicie la marcha, ahora en descenso. Me reconfortaba el saber que el descenso, a pesar de tener subidas, se consideraba en total mas fácil. Así fue. Ayudo también que algunas de las cosas se usan en Ébano Verde, lo que aligeraba mi mochila. No obstante eso, al final, casi me caí algunas tres veces pues mis pies casi no me respondían. Sin embargo, disfrute mucho mis momentos de descanso a solas con el paisaje. Al llegar, se empieza a divisar la casa de acogida de El Arroyaso a unos 1 o 2 km de distancia. Me encanto el hecho que solo dejaba de pensar en devolverme cuando pasaba la mitad del recorrido y ya no tendría sentido. Para la vuelta, también, me paso por la menta mandar a pedir un carro o pedir un aventón en la carretera aunque sea para mandar el bulto. No relajo cuando digo que mi mente fue en esos dos días un minadisimo campo de Guerra. 

Al encontrarme con la sección del sendero encalizada que ya significaban una vuelta a la civilización me inundo un sentimiento de triunfo, invencibilidad, y logro mucho mas profunda que la que recibimos cuando pasamos el ultimo mundo de Súper Mario, o algo así. Me di un merecido baño en el Arroyaso, con los pies como gelatina. Confié el frio me haría bien. 

Nos montamos en la guagua tras disfrutar del lugar un tiempo. Horas después, llegamos a la capital. Pedí mi transporte. El conductor me inquirió por los equipos que portábamos y le explique que estábamos acampando. Le comente al conductor sobre mi experiencia y solo se rio. Su carcajada mayor fue cuando el me pregunto algo a lo que respondí “fue una experiencia forjadora de carácter”.

Medite mucho sobre la frase con la que titulo este texto al salir de los momentos de mayor tensión. Me pregunte como los labradores manuales, los mas oprimidos, podrían filosofar soportando cargas así de duras como las que yo soporte en las subidas con la pesada mochila día a día. Ahí están los hebreos cuando le hacían las pirámides a los egipcios. Yahveh tuvo que levantar a una elite, Moisés, para rescatarlos. 

En el pensamiento marxista, neomarxista y posmarxistas meditamos mucho sobre si la revolución vendrá desde arriba, desde abajo, o simultáneamente. Ciertamente, solo las elites tienen tiempo de filosofar y por ende, entiendo, estamos llamadas a un compromiso para con los procesos sociales. Porque, si tratamos al hombre como bestia, no podrá filosofar. En el futuro, tal vez, cuando todos podamos filosofar será diferente. Ahora, no por ello las masas dejan de tener un rol. Lo tienen, así lo han demostrado los procesos de redención social pasados. Tanto los exitosos como las tragedias. 

Hoy, filosofando sobre lo sucedido, me anime a buscar en el buscador de internet sobre el alpinismo y los estados alterados de conciencia. Los beneficios y cambios que produce esta actividad son sin lugar a duda fascinantes. Creo que mi experiencia tiene sólidamente rasgos en común con lo que podemos considerar una experiencia mística, al menos bajo los parámetros que el psicólogo de la religión William James requiere para los mismo. ¿encontré a Dios en una montaña? Bueno, lo encuentro en muchos sitios. 

Contemplando el paisaje durante mi experiencia, me llenaba de asombro (awe en ingles). La experiencia fue numinosa (con numinoso me refiero a algo que te llena simultáneamente tanto de un profundo asombro como de miedo). Hablemos mas de esto. Podemos considerar que las experiencias místicas cumplen con las siguientes características: 
1) inefabilidad (incapacidad para capturar la experiencia en el lenguaje ordinario), 
2) calidad noética (la noción de que las experiencias místicas revelan un conocimiento oculto o inaccesible)
3) transitoriedad (el simple hecho de que las experiencias místicas duran un período relativamente breve de tiempo)
 4) pasividad (la sensación de que las experiencias místicas le suceden a alguien; que de alguna manera están más allá del alcance de la volición y el control humanos)
 5) unidad de opuestos (un sentido de Unidad, Totalidad o Integridad)
6) atemporalidad ( una sensación de que las experiencias místicas trascienden el tiempo)
 y 7) una sensación de que de alguna manera uno ha encontrado "el verdadero yo" (una sensación de que las experiencias místicas revelan la naturaleza de nuestro verdadero yo cósmico: uno que está más allá de la vida y la muerte, más allá de la diferencia y dualidad, y más allá del ego y el egoísmo
(resumen de las siete características de las experiencias místicas tomado de un articulo académico) 

Con respecto a lo primero, entiendo que el cambio o proceso interior que me produjo la experiencia ciertamente es una realidad que bien puede sobrepasar los limites del lenguaje que pueda emplear para describirla. A esto le llamamos inefabilidad. Vemos que las experiencias místicas son ciertamente otra cosa. Entiendo mi experiencia fue democrática y abierta, si bien regresiva y sicoanalítica. Ciertamente como un bautismo, porque la siento como un Nuevo nacimiento. Digo esto, porque después de esa experiencia soy un hombre Nuevo. Me siento mas maduro, le di paso a lo Viejo para dar espacio a lo Nuevo, tal cual una conversión. Me viene a la mente Juan 3. Búsquenlo en la Biblia… ¡Feliz otoño!



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